Síntesis sobre la técnica, la ingeniería y su relación con la ciencia
En la relación entre la técnica y la ciencia debe respetarse su orden histórico: la técnica es anterior cientos de miles de años y ha acompañado al ser humano desde sus orígenes en la remota antigüedad. Nuestros antepasados desarrollaron herramientas, dominaron el fuego, elaboraron y transmitieron sus conocimientos técnicos gracias al lenguaje, dando origen a la civilización y generando el mundo artificial en el que vivimos[1].
La técnica consiste en un saber hacer en el que se armonizan imaginación, reglas, habilidades prácticas y creatividad. Su forma más evolucionada es la ingeniería, que surge cuando las actividades técnicas requieren coordinación y organización a gran escala. La ingeniería se consolida como la técnica por excelencia, por antonomasia dijo Ortega, articulando el progreso social y económico. A lo largo de la historia, las civilizaciones aplicaron la ingeniería para transformar el entorno (canalizaciones, obras públicas, navegación, minería, …). En el Renacimiento, más o menos, aparecen los primeros ingenieros como profesión diferenciada en el mundo occidental.
Los saberes técnicos, organizados en disciplinas como la ingeniería eléctrica, aeronáutica o mecánica, comparten lenguajes y métodos con la ciencia, como el uso de las matemáticas, la experimentación y el pensamiento crítico. Aunque ciencia e ingeniería tienen motivaciones distintas —comprensión en un caso, utilidad en el otro—, se realimentan mutuamente y han sido fundamentales para el desarrollo del conocimiento y la construcción del mundo artificial moderno. En este sentido son pertinentes los diagramas de la figura siguiente, en la que se pone de manifiesto que ingeniería y ciencia, aunque distintas no son contrapuestas, sino que forman parte de un espectro continuo.[2]
En la imagen superior de la figura se tiene un espectro que establece un continuo desde la parte izquierda, en la que se sitúa la ingeniería I, a la derecha, en la que lo hace la ciencia C. Por otra parte, en la imagen inferior, se representa mediante funciones sigmoidales la evolución de la utilidad U y de la curiosidad C en la ingeniería y en la ciencia, a lo largo del espectro. Así pues, en el lado derecho se encuentra la ciencia, dominada por la curiosidad C, pero al desplazarse hacia la izquierda el ansia de los científicos por saciar la curiosidad puede transformarse en la búsqueda de posibles aplicaciones prácticas, y así algunos científicos participan activamente en la carrera por cosechar patentes, además de publicaciones. Por otra parte, la parte izquierda del espectro está dominada por la búsqueda de la utilidad U, y según nos desplazamos hacia la derecha desde el lado izquierdo, la motivación utilitaria de los ingenieros empieza a incorporar la curiosidad, y estos también se interesan por los conocimientos básicos con los que trabajan los científicos, incluso más allá de la utilidad que obtienen de esos saberes.
La distinción entre saberes utilitarios y básicos se volvió especialmente significativa en el siglo XIX, cuando se consolidaron las profesiones modernas de ingeniero y científico. Pero mientras la ingeniería prioriza la utilidad y la ciencia la curiosidad, ambas comparten estos valores en distinta proporción, formando un espectro continuo, como se pone de manifiesto en el diagrama inferior de la figura anterior. Este solapamiento ha dado lugar a múltiples hibridaciones, como científicos orientados a aplicaciones prácticas e ingenieros motivados por el conocimiento, con producción científica original. Así, aunque conservan identidades propias, ingeniería y ciencia se entrelazan cada vez más en sus objetivos y métodos.
El espectro se puede dividir en cinco bandas, desde la primera, a la izquierda, que corresponde a los ingenieros genuinos, hasta la quinta, a la derecha, dónde se ubican los científicos puros. La segunda y la cuarta corresponden a los ingenieros investigadores y a los científicos aplicados, respectivamente. En la tercera se entremezclan científicos e ingenieros que llevan a cabo una investigación de carácter profundamente innovador, aunque orientada por una utilidad predeterminada como objetivo, las más de las veces. En la labor en esta banda no faltará quien estime que se lleva a cabo una fusión entre ingeniería y ciencia, como sucede en el conjunto del espectro. Pero, sin embargo, la fusión se produce sin que cada uno de los grupos abdique de sus propios y peculiares métodos profesionales y definitorios.
Otra forma de ver las diferencias y complementariedades entre los ingenieros y los científicos es la que se muestra en la figura siguiente, en la que aparecen dos esquemas triangulares que permiten esquematizar, de forma resumida, la distinta labor que llevan a cabo unos y otros, con lo que se tiene además un argumento adicional con relación a las prioridades que definen a ambos. En los dos triángulos el vértice superior representa la labor L, lo que hacen, tanto el ingeniero, en el caso de la izquierda, cómo el científico, en el de la derecha. Para el ingeniero, la búsqueda de la utilidad determina que su labor se traduzca en primer lugar en soluciones a problemas prácticos concretos, que normalmente se convierten en artefactos A. Estos productos A, si son suficientemente relevantes, podrán ser objeto de publicaciones P que los recojan, los describan y ensalcen sus bondades. Por su parte, la labor del científico conduce a generar conocimiento o saberes sobre el mundo, lo que se registra, en primer lugar, en publicaciones P. Puede suceder que de lo publicado en P se desprendan aplicaciones A, pero éstas tendrán carácter secundario, con respecto a la labor considerada como primordial por el científico, que se concreta en publicaciones P. En cambio, el conocimiento que se genera en ingeniería se valida porque lo que se proyecta a partir de él alcanza las prestaciones requeridas, y no sólo por su publicación, en su caso, en revistas de prestigio científico.
La ruta desde el primer modelo de demostración de un nuevo invento hasta un producto fiable, susceptible de ser fabricado en masa de forma económica y robusta, es ardua y larga. Son los ingenieros los que resuelven ese tipo de problemas, convirtiendo el artefacto que conciben en un componente eficaz y de bajo coste, susceptible de un lucrativo rendimiento económico.
El estudio de las propiedades de los componentes de un artefacto puede ser cosa de científicos, pero el proyecto del artefacto que los incorpora pertenece de lleno al ámbito de los ingenieros. A esas propiedades el ingeniero recurre cuando ya está concibiendo un artefacto concreto, con lo que se hace patente que la idea que preside un proyecto no es el resultado de una mera aplicación de los conocimientos que proporciona la ciencia. Por su parte, la ciencia pretende comprender el mundo, y para ello analiza las relaciones entre el conocimiento y la realidad, y alcanza las más altas cotas de excelsitud mediante el recurso a la abstracción; en tanto que la técnica lo hace apelando al pensamiento heurístico y operativo ante un problema determinado, al que aporta una solución satisfactoria o simplemente eficaz, aunque no sea la mejor ni la definitiva.
En todo caso, ciencia e ingeniería comparten una estructura creativa similar: una fase de imaginación seguida de otra de sanción experimental. El ingeniero imagina soluciones útiles y construye prototipos para comprobar su eficacia; el científico formula hipótesis y diseña experimentos para verificar su verdad. Ambos emplean modelos e instrumentos rigurosos, a veces semejantes, pero con fines distintos: resolver problemas concretos en el caso de la ingeniería y comprender las leyes de la naturaleza en el de la ciencia. Por eso, el espectro que los une no los opone, sino que los presenta como dos extremos de un continuo que es, en realidad, una alianza interactiva.
La ingeniería se valida por sus éxitos prácticos, que con frecuencia han precedido y motivado el desarrollo de teorías científicas. A lo largo de la historia, innovaciones técnicas —como puentes, máquinas de vapor, aviones o telégrafos— han generado conocimientos que luego la ciencia ha sistematizado. Así, la práctica ingenieril ha creado nuevo conocimiento, actuando como pionera y abriendo camino a la investigación científica y al progreso.
[1] J. Aracil, Ingeniería. La forja del mundo artificial, segunda edición. Real Academia de Ingeniería.
[2] J. Aracil, «Utility Versus Curiosity in Technology and Science», IEEE Technology and Society Magazine, 41(4): 94-98, 2020. Entender