El olivo (Olea europaea L. var. europaea) fue introducido en cultivo en Oriente Próximo (Siria y Palestina) hacia 4.000-3.500 a. C., por selección empírica de árboles de olivo silvestre o acebuche (Olea europaea var. sylvestris (Mill.) Lehr.) que mostraban frutos de mayor tamaño y/o mayor contenido en aceite. Desde allí, su cultivo se extendió paulatinamente a toda la Región Mediterránea. El área de distribución del acebuche cubre la cuenca mediterránea y Oriente Medio; se reproduce sexualmente por semillas que son dispersadas endozoicamente por aves frugívoras migratorias o residentes, atraídas por la carnosidad de sus frutos. El olivo cultivado se reproduce asexualmente mediante estaquillado, procedimiento que ha conducido a la selección y mantenimiento de más de 2000 cultivares o variedades de cultivo, que son biológicamente clones de plantas genéticamente similares. El área de distribución del olivo coincidía al principio con la del acebuche, con el que es inter-fértil. Pero su cultivo se ha extendido considerablemente, incluyendo áreas extra-mediterráneas.
No parece probable que el olivo cultivado se encontrara en la Península Ibérica antes del siglo XI a. C. Sus pobladores no estaban familiarizados aún con los métodos de cultivo que requieren las plantas leñosas. Al parecer, los huesos de aceitunas encontrados en yacimientos paleolíticos, mesolíticos y neolíticos de la Península Ibérica pertenecen al acebuche. Pues hasta la generalización de la agricultura, el acebuche, junto con otros muchos productos vegetales que brindaba el medio natural, formaba parte de la dieta de los pueblos primitivos de la Península, basada en la recolección de estos productos, junto con la caza y la pesca. Parece fuera de toda duda que el cultivo del olivo fue introducido entre los siglos XI y X a. C., en el SE y S de España, desde la lejana Tiro, por los fenicios, responsables además de la introducción en nuestro país del cultivo de la vid. Más tarde, los romanos introdujeron nuevos cultivares y extendieron el cultivo del olivo a buena parte de la Península Ibérica.
En la actualidad, el cultivo del olivo es la base de la economía de varias comarcas españolas. España es el primer productor de aceite de oliva, con un 45-49% de la producción mundial, muy por delante de otros países mediterráneos, como Italia, Túnez, Grecia o Turquía. Es igualmente el primer productor de aceitunas de mesa, que exporta a más de 150 países, con un 17% de la producción mundial.